LOS NIÑOS Y EL AIRE

La entrevista publicada por “El País Cultural” del primero de Junio, es un derroche de juventud por parte de Oscar Niemeyer, de ciento cuatro años.

Dos frases del reportaje me provocaron frecuencias resonantes:

“Envejecer es algo bastante asqueroso”

“Cuando niño a menudo dibujaba en el aire”.

Al leerlo me recordé  interpretando relatos inventados en las horas de siesta obligatoria. Desobedeciendo el sueño imperativo, ¿quién podía dormir con la brisa del mar zarandeando las ventanas?  ¡Teníamos cuatro, seis años a los sumo! Nos quedábamos despiertos, mi hermana y yo, esperando el momento de salir para la playa, por aquellos tiempos tan limpia que ofrecía pesca, toninas y hasta, esporádicamente, ballenas. Vivíamos en pequeños apartamentos del Pocitos de antes, apenas un germinador del plantío de edificios que es hoy. ¡Teníamos todo por ver! Por hacer. El cansancio era un evento imposible. ¿La TV? Una caja negra marca “Admiral”. Un cañón de rayos. Enorme, gutural al encenderse. Con botones metálicos capaces de sacudirnos a golpes de electricidad. Prohibida, dormía en la sala a la hora de la siesta.

En cuanto Mamá desaparecía, yo armaba el escenario.
Representaba capítulos de una obra llamada “George, o como te llames”, imaginada en blanco y negro.
Inspirada en  “Mi marciano favorito” , “El show de Dick Van Dike” ,  “El show de Lucy” y hasta en “Ruta 66” en el aire a “Road movie” que tenía, casi todo sucedía en automóviles cromados fulgurantes fabricados en Detroit, que yo describía con lujo de detalles previo a la presentación. El resto de la escenografía, mantas deformadas hacia lo que era necesario presentar.

Me alentaba un público distinguido: Beatriz, mi hermana, su muñeca Nicoleta y su oso deshilachado llamado “Ito” o “Hito” (desconozco la intención con que lo bautizó), siempre de ojos muy abiertos.
Siempre sonriente.

Yo improvisaba situaciones que continuaban al día siguiente, en el nuevo capítulo, relatadas a través de  “Jim”, un protagonista desmelenado en las rutas californianas del Rock and Roll, y su amigo inseparable, de cuyo nombre Jim no quería acordarse, por lo cual lo llamaba “George”. En cuanto el amigo iba a protestar por el mote, le aclaraba:
- “O como te llames”.

Pocos años después mi amigo inseparable se haría realidad en “Jorge”, con nombre debidamente registrado y comprobado en las listas escolares: Jorge Addiego a quien, hasta hoy, los amigos llamamos “George”.

Volviendo a las siestas en vigilia de Montevideo,  la risa de xilofón con la que Beatriz llenaba el cuarto era el aplauso que la platea regalaba en mi debut autoral y actoral. Y eso bastaba para seguir inventando mundos en cuanto el mundo real se distraía.


¡Reías melodía, Bea!
De ahí nació el canto afinado que interpretabas en la adolescencia, acompañada por tu guitarra Norton, perdida en el incendio.
Quemada como todas, todas nuestras fotos.
La desgracia es así, un muro compacto. Implacable. ¡Cómo nos pegó!
Aunque todo dique tiene su agujero: revolviendo encontré esta copia de copia de fotografía. La única existente de nuestra infancia.


Cuando posamos, seguramente estábamos en pleno capítulo de “George, o como te llames”. Yo me veo muy “Jim”. Vos, divertida.
Junto a la foto, encontré un papel ajado. Amarronado de olvido. Un texto breve que nuestra madre escribió siendo una bella joven de diecinueve años:

Santa Lucía, 22 de Junio de 1958, nace Beatriz Ramona Pérez Villalba a las 5 h de la madrugada, día viernes, estamos hasta el lunes en el sanatorio y hasta el martes en casa de Mamá. Pasando casi toda la noche oyendo berrear a Beatriz, la abuela siempre levantada.
Por fin al otro día embarcamos rumbo a casa, nos despidió Lilí.
En su primer largo viaje, Beatriz se porta muy bien.
Yo, con enorme cansancio sobre todo por la cantidad de visitas que tuvimos en el sanatorio y en casa. Conté en una tarde, puede que olvidemos alguna, 27 personas. Ahora, a descansar en casa.
Lo primero que hacemos es llamar al Dr Casamayou. Dijo que la podía alimentar perfectamente.
El 3 de Julio festejamos el cumpleaños de Pocha y el bautismo de Beatriz.
El bautismo fue cómico en la elegante Iglesia de Pocitos, San Juan Bautista. Ney entró comiendo una manzana. Cuando se cansó puso la barbilla sobre la pira bautismal. Sonrió”.
                                            
Pocos años después, la misma pira sonriente, me bautizaría.

Volviendo a la vibración de las frases de Niemeyer, me dejó pensando que vos y Mamá nunca sufrirán lo asqueroso. Y que, lejos de irse, se quedaron así, dos fotos sonrientes sobre el piano.
¡Dios tiene cada cosa!

Te saludo entonces, por tu cumpleaños. 
 Y te agradezco, sobre todo, tu risa de Xilofón. Gracias a ella soy lo que soy: apenas un niño que escribe historias en el aire.

Comentarios

  1. Lindo!
    Você e seu relato. Menino?
    Um homem maravilhoso.

    beijos,

    Carla

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  2. Qué recuerdos me trae lo relatado! No he querido reprimir una sonrisa al recordar mi caligrafía en el aire, intentando mejorarla o los teatrillos en el salón de casa con mis hermanos donde un flexo de estudio hacía las veces de foco improvisado, ropa prestada de la abuela, mamá....ensayo general para más tarde estrenar ante mis padres o en fiestas familiares.
    Delicioso relato el que ofreces Fernando. Pienso que cuanto mayor me hago mejor memoria del pasado tengo, quizás es una forma de cerrar el círculo de la vida.

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  3. Emocionante relato.
    As fotografias achadas têm um poder de chave.
    O diário de alguém escrito a pulso a quem quase devemos nossa existência, ressurreição.
    Adorei seu relato, a fotografia e como a recuperou e a cópia do relato; incríveis.

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