La noche en Latacunga no le dio lugar al sueño: hubo un casamiento con mariachis a 6 metros de mi habitación. A las 8 am llegó Paco Plaza, poeta, cantor profesional de boleros, abogado y químico:
- Vamos a escalar el Cotopaxi.
- No tengo equipo. Ni entrenamiento.
- Yo tampoco.

Compramos filtrosol y encaramos. Por el camino, me aclaró:
- No vamos a llegar al glaciar, no te preocupes. Nos quedamos a los 4000 metros.
y yo: - Paco, soy uruguayo.

En las fotos estamos a los 4.800, faltos de oxígeno. Seguimos. Luego, ya cercanos al glacial, no éramos más ni yo ni Paco ni Eric ni Daniel (un holandés y un guatemalteco que se aventuraron con nosotros). Dejas de pensar. Lo único que importa es que el grupo siga. Respirar, caminar.
Resistir. Llegamos al hielo azul. Y el cielo blanco.
Nadie habló.
Ni escribió.
Como dice Cortázar, en "Rayuela": "Nos reincorporamos al oscuro fuego central olvidado. Nos vimos devueltos a un origen traicionado".


Tuve que hacerme guantes con bolsas de supermercado. A la vuelta se me hincharon las manos.

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