Una
novela familiar que es un puzle de sensaciones
Anrés
Ricciardulli, El observador, 30/9/2018
Así
como en el autor se mezclan los países, las profesiones y los
recuerdos, parece lo mismo pasarle con los géneros literarios ya que
su última novela, Nunca
te duermas escuchando relatos de amor,
conjuga con elegancia poesía, prosa, realismo y ficción sin
renunciar a una ingeniería literaria compleja que a veces juega a
favor al texto y a veces en contra. Porque si algo no es esta novela
es sencilla. Necesita para relucir en todo su esplendor la absoluta
concentración del lector, ya que es fácil perder el hilo de una
historia que va del presente al pasado y viceversa, que tiene
frecuentes disgresiones y una trama sinuosa que se divide en senderos
que se bifurcan inesperadamente para sorpresa del lector.
El
argumento es triple porque hay una muerte y un sospechoso. Por otro
lado una saga familiar y también un juego erótico en varias puntas
que se desarrollan poco a poco.
Emilio
es un escritor que acaba de perder definitivamente a su ex mujer
Paula en un supuesto accidente mortal que frecuentemente se junta con
su hermana y dos amigas de toda la vida a tomar el té en un
apartamento. A pesar de que sólo dos son familia de sangre, todos se
han criado juntos, lo que los hace compartir pasado y presente,
culpas y esperanzas, confianzas y desconfianzas. En estas tertulias
cargadas de ambivalencia, el protagonista empieza a recrear historias
de un pasado rural que funciona como un Edén perdido. Anécdotas de
una niñez hasta su juventud, de la primera vez que mató un animal,
del primer libro que le leyeron, de la tía Blanca que lo crió, del
primer encuentro sexual hasta el despertar definitivo del amor.
Villalba
se luce con una prosa breve cargada de poesía cada vez que puede,
emocionante casi siempre. La magia está en cómo logra plasmar en su
escritura la candidez de la juventud, la falta de malicia cuando
recuerda el pasado y cómo contrasta esto con las conversaciones en
tiempo presente del apartamento, donde charlan los adultos. Para
lograrlo, utiliza el recurso de escribir primero lo que piensa el
personaje en su cabeza y seguido lo que realmente dice, juego muy
eficiente a la hora de mostrar las argucias, la falsedad y los
temores que vienen de regalo con la madurez. Como la novela va y
viene en el tiempo, cuando no salta de un tema a otro, se construye
de la suma de las partes y hay que llevar la cuenta en la cabeza, lo
que supone un esfuerzo extra.
Pasa
lo mismo con el relato de los personajes, lo que no deja de ser un
hándicap para la estructura, ya que cuesta un poco hacerse la
composición de lugar y es difícil para el lector encajar todas las
piezas, cosas que sí sucede al final de la novela.
El
viaje, por tanto, es algo tortuoso, pero no deja de ser una
experiencia llena de vida, de colores y sensaciones que transportan
al lector a lugares insospechados. Hay girasoles que cobran vida para
mirar una escena de amor, está la tía hippie que acude a la
estación del tren a saludar sistemáticamente a los pasajeros que se
borronean y muchos animales como los que le gustaban a Horacio
Quiroga.
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